martes, 20 de octubre de 2015

El Grito, una fiesta cada vez más lejana al pueblo

La Acarreadora salvó una vez más el festejo de Peña.
o El boicot a este festejo, organizado por twitteros, no tuvo éxito.
o Twitter no es una red social a la que tengan acceso muchos mexicanos.
o Además, no todos pueden acceder a la información necesaria para 
tomar sabias decisiones.
o Su único medio de información es la televisión.
Por Cuchillito de Palo
 
Celebrar el inicio de la lucha por la independencia junto con un gobierno que criminaliza la protesta social y les resta méritos a los héroes nacionales es una contradicción. Por eso al zócalo acuden cada vez menos pueblo y más acarreados.
 
En su afán por “desmitificar” a nuestros héroes, los historiadores al servicio del gobierno confunden y desmotivan a la población.


Contrario al honor que merecen los valientes que dieron la vida por darnos un mejor país, de 1993 para acá se han difundido “verdades históricas” como que Hidalgo no gritó ¡Viva la independencia! sino ¡Viva Fernando Séptimo! (el rey de España en aquella época).



La historia oficial pretende hacernos creer que “da lo mismo ser derecho que traidor”, como en Cambalache, el famoso tango.
Más aún, de 2010 para acá, “propagan que Hidalgo se dejó arrastrar por un frenesí sanguinario, que destruyó más que construir”, de acuerdo con el historiador Pedro Salmerón.

La hipótesis de Salmerón es que estos historiadores gobiernistas, los primeros en dar por buena la “verdad histórica” del ex procurador de la República, Jesús Murillo Karam, sobre el caso Ayotzinapa, “pretenden descalificar todo aquel momento en el que el pueblo toma el presente en sus manos”.
Para ellos, “todo momento en el que el pueblo actúa directamente, de manera colectiva, en la historia tiene que ser descalificado porque se traduce en desastre, sangre  y destrucción.

”Exaltan, en cambio, el momento en el que un gobierno autoritario logra excluir al pueblo de la toma de decisiones, por eso ahora están tan emocionados con Porfirio Díaz”, sostiene Salmerón.

Ejemplo de este tipo de historiadores son Luis González de Alba con su libro Las mentiras de mis maestros, “un libro lleno de mentiras” a decir de Salmerón y Héctor Aguilar Camín con Después del milagro, “donde se dice que México ha progresado gracias a una élite ilustrada a pesar de un pueblo retrógrado, insensible y oscurantista”, ha comentado el historiador.


ste tipo de historiadores está dispuesto a justificar la criminalización de la protesta social y los terribles saldos que ésta ha cobrado en los últimos años, desde la masacre de Acteal y la represión de Atenco hasta los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.

Utilizando los medios de comunicación, el poder combate la protesta social porque es un relato alternativo al instituido, una forma de romper con el esquema, de acuerdo con el doctor en estudios latinoamericanos, Mario Bravo Soria.

Desde los medios oficiales y oficiosos “se vilipendia y criminaliza al sujeto que protesta con el objetivo de aniquilarlo y cortar sus posibles vínculos con el resto de la sociedad”, advierte Bravo Soria.

A esto lo llama contrainsurgencia simbólica y ésta no persigue otra cosa que, gracias al miedo, legitimar los procesos represivos hacia quienes han transgredido el orden al manifestar públicamente su rechazo a lo establecido.
Quienes protestan son presentados como agitadores indeseables, causantes de desorden y pérdidas económicas, destructores de la paz y el progreso.

Por eso el gobierno no puede permitirse honrar a personajes como Hidalgo, Allende, Morelos y Guerrero y hacen todo por reducirlos a la posición de simples alborotadores para minimizar sus actos heroicos.

Esta es otra razón para no celebrar,  junto con este gobierno, una independencia que se logró gracias a una movilización popul

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