Por Blanca Padilla
–¡Estén atentos y
cuídense de cualquier codicia, que, por más rico que uno sea, la vida no
depende de los bienes!, le dijo Jesús alguna vez a la gente, según San Lucas.
Pero estas enseñanzas bíblicas son ignoradas hasta por algunos de los más fervientes feligreses. Esto es lo que pasa en la colonia Xalpa, concretamente en la capilla de El Señor de la Misericordia, lugar que nació de un espíritu solidario y que hoy enfrenta la ambición de algunas de las personas que administran la capilla.
El
predio en el que se ubica la mencionada capilla, originalmente destinado a ser
espacio público, fue rescatado hace diez años por la señora Graciela
Narváez (Chela), de la codicia de Jesús Alvarado Nava, un fraccionador que, obligado por la ley, ya lo había donado a la comunidad, pero quiso recuperarlo.
Chela, organizó a los vecinos y exponiendo su propia vida y su libertad defendió este predio. Tras agresiones que incluyeron demandas judiciales, ganó porque la razón le asistía.
Más tarde, los vecinos organizados decidieron, democráticamente, fundar una capilla en la mitad del terreno. Se reunieron con los sacerdotes de la zona y fue la misma Chela quien propuso el nombre de la capilla.
Todo fue armonía en los primeros años. La gente que administraba la capilla sólo buscaba hacer de ésta un espacio de paz y unidad. En 2007 se celebró por primera vez la fiesta de la capilla y en el ambiente se respiraba un sentimiento de comunidad.
La otra mitad de terreno se decidió destinarla a crear un centro cultural. Esto se logró entre 2010 y 2012 en coordinación con Conaculta. Así nació la Carpa II.
Todo iba bien. Convivían en armonía las cosas de Dios y del César, hasta que se incorporaron a la organización de la capilla las mencionadas personas.
Todo ha sido discordia desde entonces y esto se agudizó cuando, ignorando la historia del lugar y las opiniones de los demás vecinos e incluso las de los sacerdotes, estas personas amenazaron con apropiarse de Carpa II por considerarlo parte de la iglesia.
Comenzaron, en 2015, por hacer una barda, para la que exigieron cooperación a los vecinos, sin consultar a los administradores de Carpa II.
Posteriormente, rompieron las chapas de uno de los baños y de un salón y pusieron sus propias chapas.
Pero, no conformes con esto, amenazaron con encarcelar a Chela por ser la única que se opone abiertamente a sus propósitos.
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